Presentación

En el proceso de elaboración del pan para la celebración eucarística seguimos lo establecido por la norma canónica. Los ingredientes son agua y harina de trigo totalmente naturales sin ningún aditivo. Las características técnicas de la harina que empleamos son:
P / L = 0,20-0,30; W = 85-110.

Disponemos de dos tipos de acabados: las blancas y las tostadas.

En esta sección puede ver, paso a paso, todo el proceso de fabricación de las formas ( blancas o tostadas) para la misa.

Es importante recordar algunos criterios relacionados con este elemento de la celebración de la Eucaristía.

En primer lugar, la importancia del gesto de la fracción del pan; de hecho, es el nombre con el que se conocía la celebración de la Eucaristía durante los primeros tiempos. Conviene, pues, que no sea un gesto oculto. Que se vea, que se perciba como importante. Por tanto, que el celebrante no empiece la fracción del pan hasta que ya haya acabado el gesto de la paz, y acompañando con el canto de la letanía del Cordero de Dios. Para que se vea la fracción, es conveniente utilizar una forma grande, visible. Como verán, el CPL ofrece una forma grande, especialmente adecuada para las concelebraciones, y otra mediana, más apta quizá para las celebraciones con un solo celebrante. Para dar visibilidad a la fracción, puede estar bien que no se parta solo la forma que comerá el celebrante, sino unas cuantas (o todas), de manera que queden algunos fragmentos en la patena donde se distribuirá la comunión a los fieles, junto con las formas pequeñas.

Otro criterio es que el pan parezca realmente pan. El signo es más significativo si el pan que consagramos tiene aspecto de pan de verdad, o por lo menos de una materia parecida, que evoque el alimento que ha de ser. Por esto puede ser adecuando utilizar unas formas con más consistencia que las del pan de ángel; por eso son así, como podrán comprobar, las que ofrecemos desde el CPL.

Finalmente, la importancia de comulgar de la propia misa. Es decir, que no solo el presbítero celebrante coma de la forma consagrada, sino que todos los fieles puedan comer del pan que ha sido consagrado en aquella misa, de tal manera que la reserva quede realmente como lo que ha de ser, es decir, como reserva: por si sobran formas consagradas después de haber comulgado todo el mundo, o por si faltan porque no hemos consagrado bastantes. Los días de diario es fácil calcular cuantas formas pequeñas hay que consagrar; incluso conocemos la experiencia de algunos sacerdotes que consagran una sola forma grande y, en el momento de la fracción, la parten en tantos trozos como fieles asisten a la celebración, de tal manera que todos comulgan de la forma grande acabada de consagrar.

En definitiva, un instrumento más para hacer de la misa una celebración más vivida y participada.